lunes, 25 de febrero de 2013

Monumento a los Sueños



Ayer tuve la ocasión de visitar lo que fue Lodge Isla Magdalena, el lodge más caro de la Patagonia según lo anunciaba Emol, servicio cuatro estrellas y todo  lo que ello comprende. Una página Web espectacular, una vista del volcán Maca y del valle Uspallante maravillosa, senderos elaborados que te introducen a nuestros bosques con mucho ciruelillo, unos pangues inmensos todo impregnado con los olores del bosque y del mar, con el aura de un cementerio olvidado de todos aquellos que un día soñamos lo mejor para la Magdalena.
En el verano de 1966 siendo una cría de 11 años recibimos la visita de don Hernán Contreras quien en ese entonces contaba con un motor “Arquímedes” fuera de borda de 15 caballos y nos invito a su campo “LOS RODADOS de GRAFFER”.
El era vendedor de calzado y tenía un reparadora en Puente Alto, pero llegado el verano lo encontrábamos en Puerto Cisnes planeando los adelantos que haría ese año, con sus planes y sueños de la siembra de pasto de tal o cual variedad con lo que se volvió un experto, la introducción de tales o cuales animales, cuidador etc. y yo diría un maestro del entusiasmó y de la locura por este territorio.
Así, pues llegamos un día soleado a los rodados, hicimos campamento con la vela y me entregaron como a todos los que participamos una bolsa de saco harinero con una mescla de semillas de pasto que debía ser sembrada  rodado en los espacios libres entre los ciruelillos y partimos cerro arriba haciendo la tarea encomendada.
Cuando llegamos arriba tuve el privilegio de ver en toda su extensión el valle del Uspallante sembrado de palitos de fósforos, presencia del ciprés de las Guaitecas que contenía y a mi espalda el lago causante del rodado .Recuerdos ambos grabados a fuego en la memoria por lo grandiosos, y por supuesto, con el descanso, la historia.
A un lado del río vivía la familia Graffer con un hijo adoptivo y después de unos días del terremoto del 60 vino una gran sonajera de noche y se vino el cerro abajo. Quedo solamente el techo de la casa y Pancho Culebra quien tenía su rancho donde se construyó el lodge para contar lo que paso.
En el cauce del rodado venían creciendo los ciruelillos que llegaban a las rodillas así que sembrar y subir no presentaba mayor dificultad y con la novedad, esta minga fue el acontecimiento de ese verano. Por la noche nos toco noche de luna llena y estrellas que se podían coger con la mano, una de las más bellas de mi vida. La cena la proporciono la pesca de “chancharros” con lo que tuvimos un banquete (por supuesto con tarrito, un par de anzuelos, una tuerca y choritos de carnada). Cuando se terminaron las semillas nos dio una muestra que plante en un pedacito de quema, nos pasó a dejar al campo y siguió para Puerto Cisnes.
Que contraste recordar a este hombre acogedor, cariñoso, innovador, siempre con un “pase y acogiéndonos con un engañito para “el frio””y encontrarse con un letrero que dice:”Lodge Isla Magdalena, PROPIEDAD PRIVADA”
Que sabiduría tiene la vida, para nosotros todavía existe el deber de hospitalidad, una antigua tradición de la humanidad que lentamente va matando la codicia de la industria del turismo y la pobreza de nuestro tiempo que confía ciegamente en el dios dinero.
Don Hernán en sus últimos años decía que un campo en la Magdalena era un lujo que ya no podía darse, lo vendió dándole una oportunidad de verlo como un día lo soñó y la codicia nos dejo como mudo testigo la chimenea del lodge como mudo recuerdo de los sueños de aquellos que se aventuraron en la década de los 60.
Crecí con la consigna de que “con plata se compran huevos” y la Magdalena me enseño que sin la gallina que los empolle y luego los cuide no hay pollos y menos huevos. En el proceso quedan flacas, infladas de puro aire tibio que calienta y cumplida la saca vuelven por otra nidada. ¿Cómo tener su fe ciega en la vida si cada día nos alejamos más de la sabiduría de la naturaleza?
No me cabe duda que con el lodge todos ganaron, sin embargo no entendemos esa forma de ganar, duele ver tanto desperdicio donde la naturaleza nos regala con tanto esplendor.
En la parte más alta del rodado crecen tranquilos los ciruelillos con sus hermosas flores rojas ajenos a las idas y venidas del quehacer humano, a la orilla pasaron a mejor vida bajo las espadas de las moto-sierras.
Es la vida en la Magdalena.