jueves, 15 de octubre de 2015

Epilogo al libro Ocho años como colono en una isla de la Patagonia Occidental (1938 a 1945)


Entre 1945 y 1964 se producen muchos cambios y se crean una serie de fabulas que hacen de este sector de la isla Magdalena una tierra de leyenda.
Bruno Rösner deja la Magdalena y el campo queda al cuidado de Victorino Huichapani y como propietario don Tomás, luego sale a remate por parte del Estado y es adquirido por el Sr Torres a quien nuestra familia compra el campo con una superficie de 800 hectáreas quedando pendiente el titulo definitivo de dominio.
Se crean las historias de los "Baguales" en la Magdalena, y el Chilco y el Coicolen toma posesión de las pampas manteniéndose algunos animales vacunos hasta nuestra llegada.
El establo, corrales y cercos se convirtieron en ruinas, lo mismo el corral de pescar y la casa que lentamente fue quemándose para abrigar a los esporádicos viajeros.
Los buzos y gente de mar siguió haciendo puerto hasta que se agotaron los choros zapatos de tanto extraerlos para luego pasar a las cholgas y siguieron perdiéndose algunos vacunos.Famosos son los asados donde Morras hasta nuestros días.
Cuentan que no falto el lanchero que estafo a Victorino robandole más de 100 vacunos que defendía carabina en mano, que su huerta era famosa hasta que se produjo el remate y tubo que abandonar la isla.Otros dicen que vino el invierno y el campo no resistió y fue grande la mortandad de animales.
De Puerto Cisnes al campo eran 5 hrs de navegación a remo lo que hizo más lento el proceso de destrucción, entre tanto llegaban más habitantes que buscando la protección del canal, sol y tierras  siguieron con la colonización hacia el norte llenándose de Diaz.
A Cisnes llegaba la Obra don Guanella con trabajo, gente y esperanzas de desarrollo y el pueblo caminaba con firmeza de cara al futuro con escuela, posta, carabineros, correo y Eca ( almacen que proveía los víveres básicos y subvencionaba el estado)
Se afirmo la ruta cordillera con dos viajes al mes conectando todos los pueblos de litoral desde Puerto Montt a Puerto Aysén y tanto Puyuhuapi como Cisnes quedaron como puertos obligados de la ruta.
En 1964 llegamos a Puerto Cisnes desde Santiago donde mi padre ejerce como profesor de Castellano un año en la Escuela Agricola, conoce la Magdalena se enamora de la bahía, compran el campo que venia con vacas y un motor fuera de borda, y partimos.
En 1965 llegamos a una casa en ruinas que nos sirvió de refugio mientras construíamos la nueva, y como cuenta el padre Antonio Ronchi a aprender a vivir de nuevo.
Mi madre tenía más idea de campo, pero de patrona; mi padre puras ganas, y yo el deseo de tener a mis padres conmigo todo el tiempo del mundo. Tenía 9 años y mi hermana 4.
El año en Cisnes nos sirvió para aclimatarnos, aprender a convivir con la lluvia, el mar y el barro, conocer materiales, maderas y usos, todos muy ajenos.
Mi padre decidió hacer la casa lejos de la playa, según el para que no se la echarán al fuego y ¡cómo pesaban esas tablas de tepa de 1 x 8 pulgadas que había que acarrearlas una por una, de la playa al alto de la pampa, y las tejuelas; me desarmaban los paquetes de a cien para que también hiciera mi parte. Adan Diaz era el constructor y Juan Quiche se hacia cargo de lo demás. La minga era obligada.
Así era todo, si querías algo tenias que hacerlo tu mismo y lo mejor era aprender rapidito para no perder el tiempo. En marzo ya tenía la casa cara de casa y en el invierno se haría el resto.
Doña Rosalba nuestra vecina me enseño a manear una vaca, ordeñar, hacer mantequilla y queso, luego lo hacíamos con mi madre, era la única manera de tener leche, mantequilla y quesos ricos, lo otro que se conseguía era de "caritas" y no eran ricos.
Lile y Benedicto, hijos de doña Rosalba me enseñaron a encontrar leña seca, a encontrar las vacas cuando se me escondían, y a ganar todas mis destrezas en el campo para ser autosuficiente.
Doña María Vidal nos regalo una pareja de pollos y don Manuel tres gallinas más, estábamos armados.
Todas las mañas con la comida se terminaron, aprendimos según las reglas de Martín Fierro "todo bicho que camina va a parar al asador" y comimos de todo: coipos, quetros, caiquenes, caranchos.
 Aprendimos a pescar al pinche y con espineles, rollizos, róbalos congrios y chancharros para carnada; y una vez al mes cuando viajábamos a Cisnes a donde llevavamos congrios, pollos, queso y mantequilla para la venta.
Esta aventura duro 2 años, para mis padres deben haber sido terribles, pero para mi no los hubo mejores en mi vida.
Mi padre tenía historias para todo, un hombre culto e intelectual y mi madre que trataba de seguirlo en todo. La precariedad era absoluta al punto que cuando paso por el campo el jefe de vialidad de ese entonces y le pregunta en que puede ayudar, mi madre responde: "en que los lleven a cisnes para que no tengan que irse remando". Al mes siguiente llego la lancha Adivina de vialidad que venia todos los meses a pagar los sueldos a Cisnes y Wensel su capitán le entrega un pluviometro para que se lleve el registro de aguas caídas en la Magdalena. Ese año no remamos a Cisnes.
Nunca nos falto el pan, las visitas eran una bendición, una alegría y una fuente inagotable de novedades, eramos felices con los nacimientos de terneros y pollos, la huerta no nos resulto muy bien pero las quemas después de la florecida de la quila acrecentaron el campo.
Mis juguetes fueron palos, hachas, martillos, remos,serruchos, clavos; mis compañeras de juego,vacas; mi televisión: las novelas de Benito Pérez Galdo e historias de los reyes de España, mi escuela: la Base Primaria (libro guía de profesores) y mi pasión: el bosque y los animales.
En 1967 se terminan las reservas y debemos partir al norte donde tiene trabajo mi padre en Puerto Montt y donde encuentro un pedasito de monte en casa de Gudrum Martin y la historia que antecede.
Ella conoció a su marido "en un lugar muy salvaje llamado Isla Magdalena" y me regalo una copia
del libro en alemán que uds han leído y que doña Luisa Ludwig tradujo para todos.
Bettina, su hija y mi hermana de alma sugirió que sin esta segunda parte la historia no quedaría completa.
En 1974se otorga el titulo definitivo de dominio al campo en cuestión reduciéndose su superficie a 371,875 hectáreas después de 36 años.
A finales del 2002, en la última barcaza del año vuelvo a casa, el chilco y el coicolen han desaparecido, en su lugar crece un robusto bosque de Lumas, Arrayanes, Canelos, algunas Tepas y Tenios. De la casa sólo quedaron algunas piedras que no fueron a dar al fuego, de mis vacas regalonas sólo recuerdos, pero ahí estaba el Cay impávido recibiéndome con todo su esplendor llenando el alma de gozo. ¡Se esta tan bien en casa!, ¡cuanto añoraba mi bahía y mis montañas!
Había cabaña nueva, un centro de cultivo de salmones a la entrada de la bahía, dos vacas, una ternera y tres toros y a empezar de nuevo, estaba en casa !

Para no repetir les cuento que incluyo dos artículos del blog: islamagdalena. blogspot.cl representativos de los últimos intentos y en el pueden encontrar las novedades de como va la vida en estas tierras.