Dentro de los animales de mi padre había una vaca clavela oscura a la que llame Chocolate. Cada primavera esperaba la promesa de su cría, ya era vieja y me decía "debería venderla". No era mía, su dueño la quería para la bonitura y sufría con ella en el invierno.
Al volver después de un duro invierno no la vi más, hasta que la encontré muerta entre unos palos y ya no quedaban lagrimas.
Mire lo que quedaba de ella, me dije "no tendré que pensar más en que debía venderte y no te veré sufrir otro invierno" me embargo una paz sanadora y la deje ir.
Hoy cuando la veo en las fotos antiguas es fuente de alegría por los hermosos recuerdos de esperanza y compañía que dejo.
No somos tan distintos, espero que pronto se pueda decir de mi "ya no la veremos acarreando pa´su isla, sufriendo de incomprensión y fracasando en sus intentos" y puedan recordarme como la gringa loca de amor por su isla y sus canales esperando con paciencia el poder llegar a casa.
Como mi chocolate no veré una nueva primavera y habrá que quemar los zapatos del camino.
martes, 22 de enero de 2013
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