Cuando llegue a Puerto Gaviota por primera vez en los años 90 era un punto de ebullición en el litoral de Aysén, todo era actividad, ir y venir de botes, bultos y personas, se respiraba pesca por todos lados y sueños de futuro.
Hace 3 años vine en busca de las opciones que había para visitar esta localidad perdida en la Isla Magdalena y donde uno podía alojarse y enterarme de sus atractivos. Fui recibida a la subida del muelle por Johanna Briones, una hermosa joven con tres hijos, una casa bella donde se siente el esfuerzo y el deseo de construir hogar, junto a la voluntad de ofrecer lo mejor que nos brinda la zona.
Con la visita, la conversa y ponerme al día de los atractivos: pajareras, loberas, seno Pangal, las Compuertas, Puerto Amparo; de la disposición a guiar a los viajeros; de la emoción que sentían los visitantes al poder ponerse en contacto con la naturaleza, el recibir una merluza recién pescada o el recoger con la marea los locos. ( Es muy difícil describir esta emoción porque es compartida y múltiple ya que contiene la afirmación que no estamos del todo locos, otros también se admiran y gozan con lo nuestro; y lo podemos compartir, y produce alegría y gozo, y y y y en fin, una riqueza que alegra el alma en el compartir tan duradera, que consuela en el largo invierno y deja un recuerdo imperecedero en los involucrados).
De los atractivos vinieron los visitantes; algunos extranjeros que se fascinaban con los productos del mar y tener la experiencia de un pescado saltando, de los chilenos, que la mayoría venía por trabajo y un capítulo aparte fueron las autoridades que de tanto en tanto se veían forzadas a cumplir las visitas de rigor, aprovechaban de comer pescados y locos, hacían promesas, sembraban sueños y apenas se embarcaban se borraba todo como un sueño hasta la próxima visita, lo que se ha vuelto endémico. Lo más sabio era ignorarlo porque hacerse ilusiones era darle alas a las desilusiones, por ello en el litoral se ignora sistemáticamente toda propuesta política reduciéndose a preguntar que ofrecen y cuanto aportan en pesos. Lo demás resulta superfluo.
De la casa, se estaba haciendo la chimenea, la planta para procesar pescado (a nivel familiar) ya que el ISA había quitado una fuente importante de trabajo en los hospedajes con las lanchas con “habitabilidad” y las salmoneras aprovecharon la oportunidad para dejar menos recursos en la zona, abaratar sus costos y ofrecer peores empleos. Lo que había sido un puesto de enlace para el personal que daba prosperidad a sus habitantes pasó a ser el destino de los eventuales funcionarios públicos que tenían que cumplir sus objetivos lo que resultó insuficiente para mantenerse.
Tome esta foto cuando salían de Gaviota a comprar y hacer trámites para crecer, (cosas imposibles en Gaviota) como sale la gente cargada como pilchero para hacer sus intercambios y jamás me imaginé que a la vuelta de dos años los vería partir rumbo a Concepción con sus tres hijos.
No tuve el valor de despedirlos, pensaba en Jade que soñaba con tocar las toninas (variedad de delfines), acostumbrada a mirar el mar y rodeada de sus bosques. Recordaba mi partida de la Magdalena y no dejo de pedir que otras tierras la encanten y la hagan reír como la sentía aquí. ( a mi, la Magdalena nunca pudo curarme de espanto, una parte de mi alma echó raíces en ella y ha sido siempre mi hogar sin importar que tan lejos este)
Se acabaron en Gaviota las pizzas congrio, los mariscales, las merluzas en todas sus preparaciones, una emprendedora que se pierde, una oportunidad para Gaviota que vuela.
Cuando tome la decisión de venirme a Gaviota recordaba las fotos que tomaron los chicos de OPD de los niños, se veían tan pulcros, ordenaditos y sonrientes que me dieron la certeza que había riqueza humana incalculable.” Si los chicos se ven así todo es posible!!”
Sentía que la Magdalena clamaba por la esperanza que los niños traen de futuro, por sus risas y su alegría, que quería abrirse a la vida.
Hoy hay un niño en la escuela.
Se respira abandono bajo un verano esplendoroso, no faltan los que traen aspirinas y el mar me acuna.
Es la Magdalena que sigue su curso inconmovible al ritmo de la naturaleza en la Patagonia chilena.
Es hospedaje sigue dando albergue a cargo de doña Galy (Galicia Alvarado) a la subida del muelle con pensión completa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario