domingo, 29 de mayo de 2011

Fragilidad Ecológica Vegetal II











A partir del 2003 llego a una isla sellada por la vegetación, un piño de 6 vacunos compuesto por 3 toros de casi 600kg cada uno, 2 vacas y una ternerita y para donde mirara renuevo y bosque nativo joven. Una cabaña de aspecto hermoso y los materiales para una casa.
Mis primeros intentos de recorrer el campo eran agotadores, los caminos cerrados, algunas huellas de animales, un collar de pequeñísimas pampas todas muy parecidas a las que entrabas y no sabias como seguir que se conectaban a través de lo que fue la antigua red de caminos del que encontrabas pequeños barros y algunos pedazos de ripio. Lo demás era intuición, memoria y sentido de orientación y mucha suerte. No faltaron las caminatas en circulo, las desorientaciones y el encontrarse en lugares opuestos o desconocidos. Lo único cierto es que cada salida era una aventura, un descubrir un escenario nuevo y una experiencia.
Todo era verde, verde y más verde, ramas y palos que atemoriza a cualquiera no acostumbrado a ese monte idéntico y distinto, que lo conocía pero que en 40 años tenía otra fisonomía. Se volvio inseparable mi machete, un paisaje de ida, otro de vuelta, los árboles viejos se volvieron amigos y guías y fui identificándolos uno a uno con lo que las vueltas se acortaron, se hicieron más seguras y las sendas más definidas hasta que pude andar parada, las vacas ocasionalmente aparecian y me di a la tarea de despejar un cordón de los últimos roces hechos que eran principalmente calafates para tener un poco de pasto.
Corte solamente aquello que no servia de talaje, lo amontone y lo queme sembrando pasto y haciendo toda clase de experimentos sin resultado. Las pampas simplemente eran malas y la meta hasta hoy no la he conseguido y es que alrededor de las bostas de vaca semille el pasto dulce como pasaba cuando era niña.
El otro intento lo hice donde había quilantal y tenía la idea que sería una tarea imposible ya que al ver la fuerza con que se había regenerado el bosque nativo suponía que este con cada temporada volvería y sólo con el machete no lo ganaría.
Los primeros años fue así, pero a partir del tercer año empezaron a retroceder las quilas sistemáticamente y con muy poco esfuerzo he abierto algunos círculos donde el pasto va afirmándose y a la ves se pueden ver los gigantes Guardianes del bosque siempre verde de centenares de años y quisas siglos con toda su belleza. Así aparecio un circulo de Tepas centenarias con sus gruesas lianas de boquis y botellitas, algunas quilas en flor y la esperanza de sobrevivencia de mis terneros.
Descubrí el bosque nuevo de los arrayanes, un bosque de duendes, árboles hermosos de todas las especies y a medida que pasaba el tiempo fui apreciando el cambio que se operaba en las estaciones y en el alma, aprendiendo a ver en el verde a cada especie de árbol por su tono, a descubrir y reconocer sus flores, muchas de ellas pequeñitas y discretas que pasan imperceptibles y los tiempos en el alma que corren a parejas con las estaciones. No he alcanzado todavía la habilidad de reconocer edad y salud de los arboles, como tampoco a calcular su rendimiento en madera, cosa que mis vecinos hacen con toda naturalidad; a mi me ha cautivado su belleza, sus formas, sus flores y las alianzas y estrategias que hacen para sobrevivir.
Siendo un bosque sin intervención en su regeneración en lo que fue el campo viejo, el sector de las quemas y el quilantal ramoneado, y ahora las aberturas en el quilantal tenemos acceso a tres etapas distintas de desarrollo del bosque con una intervención mínima lo que permite ver su desarrollo, tiempo de crecimiento y cambios en el suelo.
He cambiado mi perspectiva con respecto a este recurso que siempre se ha considerado renovable y que en atención al tiempo ya no lo es ni lo será. Si no defiendo las lumas y arrayanes jovenes que hay al lado de mi casa los conocerán mis nietos, con suerte sus hijos, sus nietos muy difícil y en 50 años más sólo serán árboles maduros jóvenes.
Busque los catálogos de flora y fauna de la zona, simplemente no los había, así que me dí a la tarea de registrar con la maquina que conseguí todo aquello que llamo mi atención a quema ropa y el resultado fue espectacular. En un lugar tan bello era imposible no sacar fotos bellas, el merito era de la naturaleza y me di el trabajo de subir a facebook isla magdalena cisnes todos los meses las mejores fotos para compartirlas con la esperanza de conseguir que me ayudaran a identificar la flora y fauna que encontraba y dar a conocer la isla Magdalena en la Patagonia insular chilena.
El resultado está en la cantidad de amigos que ha logrado este trabajo que se aprecia mejor en las fotos que en las palabras.
Están igualmente invitados a participar de este trabajo de registrar fotográficamente o por escrito con sus memorias y experiencias, para que sea enriquecido en sus lagunas este blog, pues como pueden apreciar hay mucho espacios en blanco y mi ignorancia muy grande.

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